Hace algo más de cinco años, escribí una entrada sobre la
Sinagoga Pinkas en Praga y el efecto que produjo en mí el ver los nombres de
miles de judíos checos, asesinados en los campos de exterminio nazis y los dibujos
repletos de monstruos malos que hicieron los niños recluidos en Auschwitz y que
allí se exponen en una vitrina de la planta superior de la sinagoga.
Hace unos días hemos visitado Polonia, más concretamente
Varsovia y Łódź. En esta última ciudad fuimos a visitar el cementerio judío que
no pudimos ver porque estaba cerrado por el sabbat (error mío) y la estación de
Radegast.
Esta estación, situada muy cerca del ghetto de la ciudad, el
segundo más grande de Polonia, funciono solo durante la II Guerra Mundial y
servia para centralizar los envíos de los judíos de la zona desde el gueto
local a los campos de exterminio de Chelmno y Auschwitz. Entre el 16 de enero
de 1942 hasta el 29 de agosto de 1944, desde esta estación 150.000 seres
humanos fueron enviados a la muerte.
Desde el 2005, es posible encontrar un hermoso Memorial
gratuito. Un pasillo oscuro que va iluminándose a medida que uno camina por él,
una locomotora y unos vagones originales donados por Alemania, la antigua
estación reconstruida y unas lápidas gigantes con los nombres de los dos campos
de exterminio que he mencionado antes y cuatro campos de concentración.
En el pequeño museo que hay en el interior de la estación,
se pueden ver las listas con los nombres de los judíos que embarcaban en los
trenes camino de la muerte.
Mi opinión no se ha movido ni un solo milímetro de la
expresada en esa entrada y es más: se ha reafirmado.
Me asombra que ciertas ideologías totalitarias estén
aflorando en la actualidad, que los españoles no relacionen el franquismo con
el nazismo y el fascismo, y que consideren que es beneficioso para el futuro de
España.