Corbyn ha ganado con claridad las elecciones para dirigir el
partido Laborista Británico, pero puede no es un candidato viable del partido en
unas futuras elecciones. Tiene 66 años y puede ser difícil que se postule al
puesto de primer ministro, pero por supuesto no es imposible.
A la vista de los resultados, y del ideario del propio
Corbyn (se le considera próximo al marxismo-leninismo), nos encontramos con el
comienzo de una involución en las políticas implantadas por Tony Blair y Gordon
Brown, en el seno del partido en los años 90. En esos años, el partido abandono
la lucha de clases y se embarco en eso que se dio en llamar la Tercera Vía con
Blair y Clinton cómo figuras representativas. Pues bien, la representante de
esa línea política en estás elecciones: Liz Kendall, solo ha sacado un 4,5% de
los votos, frente al 59,9% de Corbyn (251.417). La victoria ha sido abrumadora
frente a todos los candidatos: Andy Burnham ha quedado en segundo lugar con un
19%, e Ivette Cooper la tercera con un 17%.
A pesar de la abrumadora victoria de Corbyn, el trabajo que
tiene por delante es tremendo. No solo tiene que controlar la estructura del
partido, también tiene que hacerlo con el grupo parlamentario, y en los países
anglosajones eso es complicado cuándo los parlamentarios tienen que dar la cara
en sus circunscripciones. Uno de los primeros huesos duros a los que se va a
enfrentar es la renovación del programa Trident, que es el sistema de misiles
nucleares del Reino Unido. Corbyn es vicepresidente de CDN (Campaña para el
Desarme Nuclear).
La repercusión de que Corbyn, o uno de sus seguidores,
llegue a Downing Street, puede ser mucho mayor que si lo hace Pablo Iglesias en
España. El Reino Unido es uno de los cinco grandes, controla su economía e
influye en la mundial y es el más firme aliado de EE. UU. entre otras muchas
cosas.
Todos estamos lanzando las campanas a vuelo, yo el primero,
pero habrá que ver que nos depara el futuro: Corbyn lo tiene complicado.
Calvito
Calvito
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