Hace ya dos años que estoy activamente en PODEMOS. Desde el
primer momento me atrajo el hecho de que se huía de la concepción clásica de la
izquierda de este país. Aquí, cuándo se habla de izquierda, se habla de
izquierda marxista o marxista-leninista, y sinceramente, eso no me interesa
nada. No necesito empollarme el “Manifiesto Comunista”, el “Estado y la
revolución”, las “Obras completas de Stalin” o seguir las directrices del “Gran
timonel” de turno para considerarme de izquierdas. Podemos entrar en múltiples
discusiones sobre que es ser de izquierdas, y a cada uno que preguntemos nos
dará una contestación distinta. A este respecto, solo diré que soy de
izquierdas porque estoy dispuesto a vivir un poco peor, para que mucha gente
pueda vivir un poco mejor.
Pero volvamos a PODEMOS. Desde el primer momento, hemos
hablado de transversalidad. Hemos identificado problemas comunes a votantes de
derechas y de izquierdas, y ofrecemos soluciones razonables a unos y otros. Eso
significa que no identificamos problemas entre derechas e izquierdas, porque
los problemas son entre los de abajo y los de arriba. Entre los que sufren las
consecuencias de las políticas de los de arriba, y los que acaparan la riqueza
podridos de egoísmo.
Por supuesto, en PODEMOS, hay infinidad de sensibilidades
que han convivido razonablemente bien, pero en diciembre, después de un éxito
sin parangón para un partido de nuevo cuño, a los que siempre hemos sido de
PODEMOS y creído en la línea política que nos ha llevado al éxito, nos etiquetan
cómo “errejonistas” y nos convierten en una facción. Los otros, los llamados
“pablistas”, los que proceden de una u otra forma de la moribunda IU, los que
quieren refundar la izquierda, resulta que son los guay. Nos aliamos con los
patéticos restos del referente marxista-leninista (masivamente apoyado por los
inscritos) y somos hasta socialdemócratas.
Por supuesto, el perder la centralidad del tablero e irnos a
un extremo, nos ha pasado factura en las urnas, porque todos los ataques mediáticos
(Venezuela, Irán, y no sé cuantas cosas más) han cuajado. Pero también porque
en política cinco más uno no tienen que ser seis, y más cuándo cambiamos de
discurso estrepitosamente.
En fin, cómo ya he dicho antes, los que siempre hemos
defendido el espíritu de PODEMOS ahora somos una facción. Corremos un riesgo
muy serio de convertirnos en la versión morada de IU con toda su podredumbre,
podredumbre que ya nos empieza a inundar
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