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sábado, 31 de diciembre de 2016

CRISIS DE PODEMOS: los que no Podemos

 

Articulo de Santiago Alba Rico* para cuartopoder.es

Allí donde hay una batalla hay una posibilidad de victoria, salvo que la batalla misma sea ya la expresión y la consumación de la derrota. Un amigo nostálgico de la orgásmica “remontada” de hace un año me escribía con amargura que se había preparado para luchar contra los más feroces enemigos –contra el Ibex 35 y contra la Banca Europea, contra gigantes y hasta contra molinos– pero nunca contra “los nuestros”. Que no se había preparado, sobre todo, para convertirse en un enemigo de “los nuestros”. La batalla misma ha derrotado a Podemos y, cualquiera que sea el desenlace, ha dejado ya escapar la posibilidad de asociar la ilusión al cambio. Podemos ya no es “el partido de la gente”. Es un partido, como todos, de desilusionados y realistas; es decir, de militantes y calculadores. En una órbita paralela la “gente” abandonada vuelve hoy a sus “trabajos” -en sentido hesíodico- resignada al PP y un poco abochornada de la inmadurez decrépita de “los nuestros”.

En todo caso, una vez en la brega, habrá que dar la batalla hasta el final. Toda batalla es una guarrada en la que la argucia y el golpe bajo sustituyen al debate y la voluntad de consenso. Digamos la verdad: de eso no queda ya nada en Podemos. Todas las partes se defienden de las agresiones “originarias” de la parte contraria y si cada una de ellas trata de acumular poder no es por ambición o por corrupción sino para destruir mejor al rival. En una lógica de facciones el poder es un medio, no un fin, y el fin es el aniquilamiento de la facción enemiga. Hay algo honrado, puro, desinteresado en una guerra de facciones: todo el mundo se resigna a acumular cargos -y capacidad de decisión- con tal de poder hacer daño. Por eso la derecha siempre gana. Como es deshonesta, impura e interesada llega a acuerdos para repartirse el poder en lugar de utilizar el poder para impedir todo acuerdo.
Un ejemplo acendrado de esta “pureza destructiva faccional” son los últimos artículos de mi amigo Manolo Monereo. Prometo respetarle y quererle siempre, por su talento y su enorme corazón; pero prometo decirle también la verdad cuando crea que se engaña o trata de engañarnos. ¿Qué hace Monereo? Por un lado divide Podemos en dos bandos a partir de las “intenciones” que él mismo decide y distribuye a un lado y otro de la línea: están los que quieren la ruptura y los que quieren la restauración, los que quieren acabar con el régimen y los que quieren sustituir o acercarse al PSOE, los que quieren un partido transformador y los que quieren otro partido del régimen. Pablo Iglesias -haga lo que haga- representa la primera posición; Íñigo Errejón -no importa lo que diga- la segunda. Por otro lado, Monereo define esos dos bandos por la relación “objetiva” que cada uno de ellos mantiene con los medios de comunicación y el Ibex 35. Su argumentación es inapelable. El enemigo oligarca es muy poderoso -que lo es- y los medios son los instrumentos de zapa -que lo son- con los que se pretende destruir a Pablo Iglesias. Íñigo Errejón y los que él (Monereo) ha decidido que lo acompañan en esta maniobra disienten de Pablo Iglesias, ergo son cómplices de los medios de comunicación y del Ibex 35. En resumen: por un lado -digan lo que digan, hagan lo que hagan- “quieren” la restauración; por otro -digan lo que digan, hagan lo que hagan- son aliados “objetivos” del enemigo que quiere destruir al líder, nuez y quintaesencia del conjunto de Podemos. Dicho de de otro modo: Errejón y los “errejonistas” son enemigos del secretario general o, lo que es lo mismo, enemigos del cambio y la ruptura o, lo que es lo mismo, enemigos de Podemos o, lo que es lo mismo, enemigos del pueblo. Sólo le ha faltado añadir que están a favor de la OTAN, el ISIS y la ocupación de Irak (y el ébola y los tsunamis). Resulta triste y doloroso aceptar que una persona con la experiencia y coraje de Monereo, tan fino en sus análisis de coyuntura, cuya influencia podía haber sido tan decisiva en estos momentos, esté poniendo su autoridad al servicio de esta obra de criminalización destinada a construir y suprimir un “enemigo interno”. No podemos enfadarnos con él: lo hace de la manera más pura y desinteresada y, por lo tanto, sin posibilidad de acuerdo ni consenso. Está defendiendo de manera tan honesta y convencida el proyecto que con un gramo más de honestidad y de convencimiento lo puede echar abajo para siempre o, al menos, dejarlo partido por la mitad.
¿Se puede salvar la ilusión? No. ¿Se puede salvar el partido? Sólo de una de estas dos maneras. La primera, que sería la mejor, ya es casi imposible. En lugar de intercambiarse cartitas de amor; en lugar de entonar obscenas palinodias públicas para tranquilizar a nuestra abuelita Teresa; en lugar de fingir debates sin sustancia mientras se afilan hashtags en las redes y se destituye a cargos al día siguiente de reivindicar la pluralidad en la unidad; Pablo Iglesias tendría que haberse encerrado con Íñigo Errejón en una habitación tras tirar la llave al mar y no haber salido hasta haber llegado a un acuerdo -y hasta la fumata blanca haber guardado todos un maduro silencio en los medios y en las redes. Cada uno de nosotros tendrá su propia versión de por qué no ha ocurrido esto. Que no haya ocurrido -y que previsiblemente no vaya a ocurrir- forma parte de la lógica de facciones que domina de arriba abajo la interna podemita y, por lo tanto, del fracaso estrepitoso del proyecto original. Los artículos de Monereo -de otros, más pequeños, menos listos y menos honrados, no hablo- dan toda la medida de la tragedia architrillada -archi-izquierdista- que se está viviendo.
La segunda posibilidad tampoco es probable. Todos dicen -dice Monereo- “ser de Pablo Iglesias”, pero en realidad no lo son. Él sí. En esto tiene razón. Muchos que dicen serlo en realidad lo dicen sólo por disciplina, resignación o pragmatismo. Él lo es por convencimiento y contra viento y marea. Por mi parte confesaré que ya no lo soy. No es que no sea “pablista”, que es un alineamiento faccional; es que Pablo Iglesias no me parece un buen secretario general. Con su enorme inteligencia, su enorme talento oratorio y su enorme carisma, podría haber sido presidente del gobierno y, desde luego, haber dirigido un partido fresco, rupturista y democrático. Nunca será ya lo primero y ya no hará tampoco lo segundo. Su inteligencia, su talento y su carisma, demasiado grandes para su carácter, se lo han impedido. Sé hasta qué punto ha sacrificado su vida personal, cuántas virtudes privadas atesora y cuánto agradecimiento merece por su perspicacia y coraje iniciales. Sólo él podía poner en marcha Podemos en un año, pero es él quien puede destruirlo en la mitad de ese tiempo. Lo admiro por lo que hizo; pero me gustaría evitar lo que va a hacer. ¿La segunda posibilidad? Que cualquiera -incluso el Pato Donald- sea tras Vistalegre II nuestro secretario general y Pablo Iglesias, portavoz inspirado, ponga su verbo y su genio, junto al de muchas otras, a las órdenes de un partido en el que se ventilen las diferencias estratégicas -que las hay- en marcos transparentes y democráticos y siempre a partir del presupuesto de que todos compartimos las “intenciones” y de que ninguna “objetividad” nos convierte en enemigos de “los nuestros”. Vistalegre II no nos devolverá la virginidad; me conformaría con que nos devolviera la sensatez.
(*) Santiago Alba Rico es filósofo y columnista.

domingo, 25 de diciembre de 2016

El ala acogedora de Pablo



Bajo el ala acogedora de Pablo Iglesias Turión se está muy bien. Le consideran un caballo ganador y bajo su protección, su paraguas protector, se puede llegar muy lejos. Eso al menos es lo que piensan toda esa pléyade de chupópteros, oportunistas, trepas, y en muchos casos sinvergüenzas, que medran por los despachos de Princesa. Tecnócratas en pos de un carguito, o en algún caso de un cargazo. Muchos sin ideología definida y otros con su ideología estalinista grabado genéticamente a fuego en el ADN, cómo toda esa tropa procedente de las Juventudes Comunistas, Izquierda Unida o Partido Comunista de España. Gente, que lejos de reconocer el fracaso ideológico de sus “refundaciones”, intentan reproducir sus fechorías políticas en PODEMOS, sin importarles la estafa política que están perpetrando.
Ahora se han dado cuenta de que PIT ya no acoge tanto cómo antes. Ya no arrasa en las votaciones cómo al principio. Lo que antes de su deriva izquierdista era impensable, ahora ya no lo es tanto. El abandono de la transversalidad y sus llamamientos a la “refundación de la izquierda” con la consiguiente huída desde la centralidad del tablero hacia los extremos del mismo, le están pasando factura. ¿A nadie le llama la atención que según las últimas encuestas, el chorreo de votos y escaños que pierde el P$OE, NO los ganamos nosotros?
Después de la última consulta a la Asamblea Ciudadana, han decidido que Iñigo le puede disputar la secretaria general a Pablo, y es cierto, podría hacerlo, pero por ahora eso ni se plantea: nadie le disputaría su cargo si regresara PIT a la línea que nos ha dado cinco millones de votos. Está claro que vuelven a errar en su análisis.
Con la vergonzosa campaña que han iniciado Irene Montero, Rafa Mayoral, Echenique y toda su tropa (#IñigoAsiNo) demuestran que han decidido iniciar un periodo de acoso y derribo de la figura de Iñigo. Los que queremos que PODEMOS siga siendo el PODEMOS de siempre y no la versión morada de IU, tenemos la obligación de arroparle y protegerle. A él, y a los otros compas que, sin duda, también serán atacados.
De aquí a Vistalegre II, sus trolls estalinistas camparan a sus anchas esparciendo mierda por todas partes. Tergiversaran, amedrentaran, mentirán, amenazaran, cómo la horda descerebrada que son, arropando las acciones de sus mediocres pastores.
Tenemos que estar preparados: va a ser un periodo repugnante y nauseabundo.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Podemos en la encrucijada



Eugenio del Río
Podemos en la encrucijada. 

Disyuntivas
9 de noviembre de 2016.

Podemos vivió un par de años épicos desde su creación en enero de 2014. Durante algún tiempo se vivió en su interior la ilusión de llegar a gobernar en un plazo relativamente breve. Eran los tiempos del enfrentamiento abierto contra las dos piezas básicas del sistema de partidos español, el PP y el PSOE, y de tomar el cielo por asalto.
Podemos logró romper el oligopolio político de los grandes partidos y, durante su primer año de vida, creció a toda velocidad. Pero, desde comienzos de 2015 se modificó en cierta medida el curso anterior. Ya no crecían sin cesar sus apoyos de mes en mes. Quedaban atrás los momentos en los que las encuestas hablaban de un apoyo que se aproximaba al 30% del electorado. A partir de febrero y marzo de 2015, y hasta el mes de octubre, se alteró la tendencia.
Los resultados de las elecciones andaluzas de marzo de ese año situaron a Podemos como tercera fuerza (con un 14,84% de los votos y 15 escaños), detrás del PSOE (35,43% y 47 escaños) y del PP (26,76% y 33 escaños). Además, emergió con cierta fuerza Ciudadanos (9,28% y 9 escaños), que le disputaba a Podemos el voto juvenil inclinado hacia lo nuevo y receloso hacia lo viejo y la parte del electorado centrista al que Podemos deseaba atraer.
Poco después, las elecciones autonómicas y municipales de mayo de 2015 recargaron el depósito de oxígeno de Podemos. Las alianzas en las que participó obtuvieron buenos resultados en municipios importantes en los que están gobernando en la actualidad.
Para Podemos, no obstante, la cita principal eran las elecciones generales que habían de tener lugar en diciembre de 2015, y que se repitieron, a falta de una mayoría para la investidura, en junio de 2016.
Tras las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015, aunque en la campaña electoral se produjo cierta recuperación, Podemos entró en un período de nuevas tribulaciones. No llegó el ansiado sorpasso al PSOE. Los dirigentes, aparentemente, coincidieron en tratar de llegar a un acuerdo de Gobierno con el PSOE. Pero mientras que la corriente de Íñigo Errejón se encaminaba en serio en esa dirección, la de Pablo Iglesias obstaculizó el intento con un comportamiento que venía a reforzar a la parte del PSOE, muy poderosa, más hostil a la alianza con Podemos (1).
A partir de ahí, la presencia de Podemos se hizo más tenue. Las divergencias fueron cobrando fuerza. En un escenario dominado por la inevitabilidad de unas nuevas elecciones generales, se alzó un nuevo obstáculo: la idea de confluir en una misma plataforma electoral con Izquierda Unida, que representaba unas opciones ideológico-políticas poco acordes con las de Podemos y con su interés en no dejarse encajonar en el marco de izquierda-derecha.
El acuerdo electoral, concluido con demasiada precipitación, no dio los resultados esperados. En las elecciones del 26 de junio de 2016, los votos obtenidos por Unidos Podemos quedaron un millón por debajo de los que seis meses antes habían conseguido Podemos e Izquierda Unida por separado (2).
Tampoco esta vez hubo sorpasso al PSOE. Aunque 71 escaños es una cifra relevante, las expectativas apuntaban más alto, con lo que se produjo la inevitable decepción. Podemos no iba a ser una pieza importante en las negociaciones de este segundo proceso de investidura.
Podemos no ha llegado al Gobierno (3),  pero es un partido con cinco millones de votantes que, después de los traspiés del PSOE, podría convertirse en el segundo partido (así lo anuncian las encuestas más recientes) cuando haya nuevas elecciones. Dependerá en buena medida de la capacidad de recuperación que tenga el PSOE y de que Podemos consiga explotar acertadamente sus posibilidades.

El final de algunas ilusiones

A lo largo de estos meses, a los que acabo de aludir someramente, se ha ido agotando una época en la que las aspiraciones de Podemos y las esperanzas suscitadas apuntaban hacia triunfos mayores, aunque se sabía que esas posibilidades tenían una fecha de caducidad no lejana.
Uno de los escritos que se debatió en la asamblea de Vista Alegre, en el otoño de 2014, decía lúcidamente: “El momento es ahora, antes de que los grandes actores y el entramado mediático-financiero y de los aparatos del Estado recompongan parte de la legitimidad perdida, al tiempo que despliegan una campaña articulada y previsiblemente brutal contra Podemos (...). El mero paso del tiempo nos desgasta y nos asienta como un actor más en un sistema de partidos en recomposición, abocándonos a una estrategia de lento crecimiento en un escenario ya estabilizado, en el que sería difícil competir con los partidos políticos grandes que representan a los poderes dominantes. Es ahora, en el momento de la descomposición, cuando Podemos puede ser una palanca que subvierta las posiciones dadas, hoy más bien flotantes y frágiles los equilibrios e identificaciones, y llegue al Gobierno postulando un discurso de excepción para una situación de excepción...”.
La razón de ser de Podemos estaba asociada al objetivo de llegar a gobernar, y a un plazo más bien breve.
El actual secretario de Organización, Pablo Echenique, se expresaba así en el verano de 2014: “Yo espero que podamos ganar las elecciones generales, o solos o acompañados. Casi con toda seguridad seremos el partido más votado de la coalición que gobierne. Esto que estamos haciendo ya es imparable y creo que gobernaremos tras las próximas elecciones generales. El deterioro de los grandes partidos también es imparable y creo que los vamos a echar” (El Huffington Post, 4 de julio de 2014).
A lo que añadía Pablo Iglesias: “Nosotros tenemos una voluntad de Gobierno desde el principio, no es solo una voluntad destituyente de lo que existe y que nos ha llevado a la ruina, es una voluntad constituyente, queremos hacer políticas públicas (...). No tenemos vocación de ser la opción de la protesta o de la indignación, sino la opción de la responsabilidad de Estado y de asumir el compromiso con nuestro país” (Pablo Iglesias, entrevistado en el libro de Jacobo Rivero, Conversaciones con Pablo Iglesias, Madrid: Turpial, 2014, p. 128).
Ese objetivo no se alcanzó.

Una pieza importante dentro del sistema de partidos


Al propio tiempo, Podemos ha ido asumiendo responsabilidades políticas. Si durante algún tiempo se había instalado en su seno la idea de que podía ser algo distinto de un partido político, poco a poco se ha ido esfumando esa creencia.
Hoy dispone de un respaldo electoral de envergadura y dispone de una presencia notable en las instituciones, en primer lugar en el Parlamento. Esto implica recursos para dirigirse a la opinión pública, para enviar mensajes, para formular propuestas de cambio, para tejer lazos con otros partidos... Pero la fuerza política que ha llegado ahí ya no es la que presionaba desde fuera poco menos que contra todos; tiene nuevas funciones; está dentro del sistema de partidos; ha de afrontar negociaciones como las de la investidura (4), contrayendo las consabidas responsabilidades.
Queda lejos aquel propósito de ser algo diferente a un partido político, como sostenía Pablo Iglesias, un tanto prematuramente, hace algo más de dos años: “No somos un partido político, aunque nos hayamos tenido que registrar como tal por cuestiones legales antes de las elecciones. Apostamos por personas normales que hacen política. Y no se trata de una afirmación gratuita; basta con mirar el perfil de nuestros eurodiputados para darse cuenta [entre ellos hay un profesor de secundaria, un científico, etc.” (Ludovic Lamant, entrevista a Pablo Iglesias, Mediapart, traducción de InfoLibre, 21 de junio de 2014).
Esa voluntad de ser algo distinto de los partidos políticos solía venir acompañada de una retórica que distorsionaba sensiblemente la realidad de Podemos.
Basta recordar aquellas palabras de Carolina Bescansa en las que aludía a unas declaraciones del entonces miembro de la dirección de Podemos, Juan Carlos Monedero, en las que despuntaba la visión oficial de Podemos sobre la supuesta naturaleza radicalmente democrática de la organización (5): “Lo que Monedero estaba intentando decir era que si adoptamos las viejas formas de la política corremos el riesgo de convertirnos en aquello que queremos evitar. Se estaba refiriendo a la necesidad de que todo el mundo participe en todas las asambleas, que no existan delegados, que no existan representantes, ni grupos de representantes. Se estaba refiriendo a la necesidad de que todos los debates sean abiertos (...). Es muy importante reforzar dentro de la organización todo lo que nos ponga en el camino de la democracia: participación directa y limitación al máximo de la representación, y capacidad de revocación de todos los cargos” (Carolina Bescansa, “Es difícil decir que Podemos lo dirige alguien”, eldiario.es, 10 de junio de 2014).
Obviamente, estas aseveraciones pertenecen al pasado.
El propio Pablo Iglesias, tras las elecciones de junio de 2016, acabó por constatar que Podemos no podía ser otra cosa que un partido político, quizá algo distinto de los demás, pero un partido al fin y al cabo. “Entramos en una fase –dijo– en la que nos tenemos que convertir en un partido normal y eso tiene enormes riesgos” (Pablo Iglesias en los cursos de verano de El Escorial de 2016; El País, 7 de agosto de 2016).

Confrontación en la dirección de Podemos

Ante esta situación, de la que acabo de resumir algunos rasgos, cargada de nuevas posibilidades, pero también de nuevos problemas, se ha producido una relativa disociación de perspectivas entre los principales dirigentes de Podemos.
En estos momentos están sobre la mesa cuestiones que asaltan a todos los partidos políticos de vez en cuando y que suelen dar pie a períodos de debate y, frecuentemente, de tensión: cómo ganar en iniciativa política, cómo desempeñar un papel relevante, cómo aumentar su implantación en la sociedad.
Todo el mundo percibe, cuando se escucha a Pablo Iglesias o a Íñigo Errejón, que ni la letra ni la música son idénticas. Coinciden en algunos aspectos y divergen en otros.
Las divergencias abarcan ámbitos diversos, pero no aparecen con la misma claridad en todos ellos.
Hay unos cuantos terrenos en los que las diferencias son manifiestas pero no acaban de expresarse de forma nítida.
Estoy pensando en el debate sobre trabajo institucional y salir a la calle.
Pablo Iglesias viene insistiendo, en el último período, en los límites de la acción en las instituciones cuando no se posee la mayoría y el Gobierno. No sirve, sostiene, para transformar las cosas. Opina que Podemos debe ganar apoyos sociales en las movilizaciones y en vinculación con los movimientos sociales. En lo tocante a la eficacia de los mensajes recalca que es más eficaz la presencia en la televisión que en el Parlamento. Es malo acostumbrarse al Parlamento, concluye. Y convoca a cavar trincheras en los espacios de combate ideológico de la sociedad civil.
Íñigo Errejón, por su parte, llama la atención sobre el hecho de que las movilizaciones están en horas bajas, como también lo está el sentimiento popular destituyente, es decir, la voluntad de introducir cambios importantes en la política. La parálisis de los procesos de investidura durante casi un año ha fomentado la apatía y el distanciamiento de la política. Con buen criterio se ha mostrado partidario de evitar la trampa de los dilemas simplificadores: “Hay que esquivar el riesgo de ser integrado o normalizado en el sistema y al mismo tiempo tenemos que esquivar el otro abismo paralelo, que es el de convertirse en una pequeña fuerza de resistencia enfadada por cómo va el orden de su país y sin capacidad de modificarlo. Digamos, que satisface las esencias hacia dentro pero con escasas capacidades hacia fuera (...). No elegir [entre ambas cosas] sino articular” (Cuarto Poder, 30 de septiembre de 2016).
Este es un debate que ha surgido a borbotones, y su expresión pública, al menos, no está suficientemente desarrollada ni explicitada con claridad. De momento es una contienda oscura y escurridiza. Lo que no quita para que ahí haya materia de debate importante. Cómo combinar la acción institucional con la movilización, cómo conjuntar los esfuerzos en el interior de las instituciones y en el exterior; estas han sido cuestiones que han preocupado siempre con razón a los partidos de izquierda con una mayor autoexigencia.
Una falsa disyuntiva es la que gira en torno a las reiteradas referencias a la necesidad de “dar un susto a los de arriba”. O hacer que “el miedo cambie de bando”, o la afirmación de que “no está mal dar miedo a los poderosos”, cuando parece evidente que algo expresamente destinado a atemorizar sería un pasatiempo ridículo y ocioso. Es falsa también la disyuntiva que se resume en las siguientes palabras: “no hay que seducir a la gente sino empoderarla”; como si hubiera que escoger entre lo uno y lo otro. A ello se refiere también una generalidad de este porte: “Podemos debe tener un pie en los parlamentos, pero mil en la calle” (Miguel Urbán, El Español, 31 de octubre de 2016). Estas contraposiciones tan toscas y forzadas encuentran difícil acomodo en el mundo real.
Hay dos ámbitos relevantes, sin embargo, en los que las diferencias entre unos y otros han ido precisándose más en los textos y en los comportamientos. Voy con ello.

¿Hacia un Gobierno del cambio?


Sabemos muy bien que la política de cualquier Gobierno se mueve dentro de unos límites muy reducidos. Cuando se aborda esta cuestión saltan a la palestra, inevitablemente, los poderes fácticos de todo tipo, las presiones de la Unión Europea, los problemas inherentes a una economía globalizada, etc. No abundaré en aspectos tan evidentes como frecuentados. Pero, pese a todo, no es indiferente quiénes vayan a gobernar en España (6). Desalojar al PP del Gobierno para hacer algo parcialmente distinto pero importante para mucha gente y para el país, esta es la cuestión.
En un determinado momento, algunos dirigentes de Podemos manejaron la hipótesis de obtener una mayoría absoluta. Actualmente, ya no se habla en esos términos. No creo que nadie cuente con la posibilidad de una mayoría absoluta de Podemos y sus aliados más cercanos.
Si se trabaja en la idea de alcanzar el Gobierno, no basta con tener muchos votos (cinco millones es muchísimo pero no llegan para esa finalidad); se necesitan más votos y se necesitan aliados. Podemos hoy tiene muchos enemigos, algunos muy fuertes. Los hay que se muestran extremadamente hostiles a Podemos y lo combaten con saña. Lo harían con cualquier partido que crece y que puede amenazar piezas destacadas del orden actual. Pero lo malo es que, además de esos enemigos, Podemos se ha hecho otros por su cuenta, sin mayor necesidad.
Tratar de alcanzar el Gobierno y, a la vez, ser un amplificador de las protestas sociales no son términos incompatibles. Las dos cosas son necesarias; no la una o la otra.
De que se entienda así dependen muchas cosas: entre ellas, la política de alianzas y la relación con la sociedad.
Pienso que casi todo el mundo en Podemos considera que un Gobierno de progreso o un Gobierno del cambio no podría ser sino el resultado de la alianza entre fuerzas diversas.
El problema estriba en qué importancia se le da a este objetivo y que no se condicione hasta el punto de hacerlo inviable.
En un cuadro parecido al actual (aunque sabemos que en unas próximas elecciones puede cambiar en cierta medida) es difícil imaginar un Gobierno del cambio que no cuente con Podemos y sus actuales aliados, con el PSOE, o buena parte de él (en el caso de que se produzca una ruptura en su interior) y con algunos partidos nacionalistas (7). ¿Alguien piensa que, en lo que nos alcanza la vista, Podemos podrá gobernar sin unirse a esas fuerzas o teniéndolas como enemigas?

Un abanico de alianzas

En la actualidad, Podemos está inmerso en un complejo sistema de alianzas, especialmente en Cataluña, el País Valenciano y Galicia, así como en diversas coaliciones electorales municipales. Igualmente, apoya desde fuera a varios Gobiernos autonómicos presididos por el PSOE.
Esta trama amplia y plural es un factor de cambio destacado. Participar en ella ha sido uno de los mayores aciertos de Podemos.
Los aliados que forman parte de las plataformas electorales comparten con Podemos muchas ideas. Aunque representan realidades y trayectorias variadas son aliados con los que hay una especial proximidad.
Así y todo, hay un caso particular que, a mi modo de ver, presenta dificultades especiales. Me estoy refiriendo a Izquierda Unida, un partido implantado en toda España, con un buen número de militantes experimentados que, a menudo, se sitúan en una tradición ideológica que cuadra mal con el variado horizonte ideológico de Podemos. Ambas fuerzas confluyeron en Unidos Podemos, en las últimas elecciones, aunque no fueron raros los malentendidos y desencuentros. El problema sería más grave si lo que se planteara fuera la unidad orgánica, que es a lo que seguramente aspiran algunas gentes de Izquierda Unida y también de Podemos.
No obstante, lo realmente delicado, cuando hablamos de alianzas, es la relación con el
PSOE.
En el presente, las fuerzas que llevan la voz cantante en el PSOE no están en disposición de disputar el Gobierno al PP. No solo por su debilidad sino porque no quieren un Gobierno compartido con Podemos.
Aunque el PSOE es hoy un conglomerado de clanes y está minado por el clientelismo no se puede reducir a eso. Es algo más. Mejor o peor, incluye a miles de militantes que en muchos casos no obtienen ningún beneficio de su pertenencia al PSOE. Y los más de cinco millones que le votaron en las últimas elecciones generales constituyen un conjunto relativamente moderado pero que no se identifica con la derecha de Mariano Rajoy.
El rechazo de un acuerdo con Podemos ha sido un factor determinante de la crisis actual del PSOE, que lo ha dejado en una situación catastrófica, aunque opino que yerran quienes le dan por muerto. Por lo demás, la eventual victoria del sector más recalcitrante pondría las cosas particularmente difíciles a la hora de trabajar a favor de un acuerdo de Gobierno. Está por ver quiénes triunfan en el próximo período, si la coalición de clanes que encabeza Susana Díaz, o una convergencia de los sectores que se le oponen.
De cualquier modo, nadie ignora que Podemos tiene muy difícil sellar acuerdos con el PSOE, máxime después de los episodios que hemos conocido en los dos últimos años de feroz enfrentamiento. Se han levantado barreras difíciles de salvar.
Entre ambas fuerzas hay una rivalidad insoslayable. Las dos se están disputando parcelas de un mismo electorado. El PSOE necesita defenderse de un competidor que ha captado ya millones de votos que antes iban al PSOE. Podemos, no puede renunciar a intentar seguir creciendo a costa del PSOE, aunque no es nada seguro que vayan a ir a Podemos una buena parte de los votos que puede perder el PSOE.
Cada uno de estos dos partidos trata de reforzar sus posiciones criticando al otro, mostrando un perfil propio sumamente contrastado, cuando no organizando operaciones políticas para desgastar al rival. Esto, por supuesto, no facilita una relación amistosa.
Pero, por otra parte, es preciso llegar a acuerdos para sacar adelante iniciativas políticas y para negociar Gobiernos autonómicos, ayuntamientos y, llegado el caso, una mayoría gubernamental en España.
De ahí la dificultad de estas relaciones dobles, marcadas simultáneamente por la rivalidad y por la búsqueda de acuerdos.
Las dos cosas son necesarias, aunque se oponen mutuamente.
El propósito óptimo, a mi entender, debería ser lograr una relación equilibrada, que reduzca los costos de la rivalidad y permita establecer unas vías de entendimiento; sin ellas solo habrá un enfrentamiento del que se beneficiará la derecha. Pero esto es muy difícil de lograr. Es preciso por parte de Podemos un comportamiento sutil y bien medido, con unas relaciones con el PSOE que no podrán evitar alguna ambigüedad y en las que harán falta puentes y un nivel suficiente de confianza mutua, algo que hoy no existe.

Un verbalismo autocomplaciente

Otro aspecto que guarda relación con este es el del estilo de la comunicación, los mensajes que se transmiten, las resonancias de las intervenciones públicas de los representantes políticos.
Algunos de ellos han entendido que no es conveniente la sobreactuación (uno de los males más persistentes de la política española); que, por el contrario, lo que se precisa es un estilo discreto y persuasivo, vehículo de buenas razones.
Ocurre, sin embargo, que ante las dificultades actuales para hacer política toma fuerza la tentación de sustituir las razones, las propuestas y los debates políticos por los misiles dialécticos, por las proclamas ideológicas políticamente vaporosas. Como si pudieran hacer las veces de propuestas políticas concretas.
Uno de los males que ha pesado sobre la historia de la izquierda revolucionaria o radical, como se le quiera llamar, y también sobre la del Partido Comunista y, más aún, de sus juventudes, es la tendencia a producir un lenguaje, unas imágenes, un mundo subjetivo que busca dar satisfacción de puertas adentro, a los miembros de la tribu, sin esforzarse por llegar a personas que permanecen ajenas a esas tradiciones y a esos mundos ideológicos y sentimentales.
Esta observación hubiera sido suscrita por los principales dirigentes de Podemos hace un año o dos. Sin embargo, ahora las cosas han cambiado: impulsado especialmente por Pablo Iglesias, vemos que algunos de ellos se sirven de un verbalismo seudo-radical como el que él mismo criticaba hace no mucho tiempo (8).
El verbalismo puede ser eficaz para forjar identidades colectivas y agrupar a las propias fuerzas. Yo lo conocí y lo practiqué durante años.
Pero tiene efectos sumamente nocivos: crea mundos colectivos superficiales, más auto-afirmativos que reflexivos, hechos de etiquetas categóricas, escuetas y sumarias; mundos autosatisfechos, introspectivos, auto-referenciales. Vale para contentar a los que están dentro del cercado. Pero, dejan frío o repelen a quien no está en esa onda.
Para colmo, el verbalismo estridente se dedica a crearse enemigos más allá de lo inevitable. Vive de crearse enemigos. Genera hostilidad hacia quien lo cultiva.
El verbalismo no gana amigos y eventuales aliados, sino incondicionales, que es algo diferente. El verbalismo crea relaciones de conmigo o contra mi, de todo o nada.
Y esos incondicionales que jalean los exabruptos más rimbombantes se convertirán en una losa para los líderes que los pronuncian cuando quieran hacer política de verdad, lo que implica negociar, hacer concesiones, poner sordina a sus trompetas justicieras y bajar los decibelios. La política ordinaria, la que existe realmente, se hace así.
Parece mayor la preocupación por suministrar confort ideológico a un sector relativamente minoritario y aficionado a la exageración verbal que la de sintonizar con las mayorías sociales. Ese propósito lleva a labrar unas ideas, un lenguaje y unas actitudes que propician la desconexión con las mayorías y una bunkerización ideológica tan malsana y vetusta como infructuosa.
En el estilo verbalista tienen más peso la mordacidad y la humillación de los adversarios que las razones y las propuestas políticas.
El reciente sondeo del CIS, antes mencionado, debería servir de advertencia a quienes en Podemos promueven este estilo. Según el mismo, el porcentaje de votos que obtendría Unidos Podemos sería 7 décimas superior al de las elecciones de junio, mientras que el PSOE perdería un 5,6%. De los votantes que el 26 de junio votaron al PSOE, solo un 5,5% declaran que votarían a Unidos Podemos, mientras que un 12,3% se abstendría y un 20,1% no sabe lo que haría.
Como constata Ignacio Escolar, “El tono duro de este último año ha servido para unir a la militancia y empujar a los más convencidos, pero ha convertido a Podemos en el partido que más rechazo provoca en España, incluso por delante del PP” (eldiario.es, 8 de noviembre de 2016). En efecto, un 52,2% de los encuestados declara que “con toda seguridad, no votaría nunca” a Podemos (9), mientras que es un 51,8% el que no votaría al PP. Entre los votantes del PSOE, llegan a un 47,7% los que “nunca votarían a Podemos”.
No me caracterizo por la simpatía hacia bastantes de los diputados ni hacia Felipe González o Susana Díaz. Pero, ¿para qué sirve afirmar que en el Parlamento hay más “delincuentes potenciales” que en la calle? (Pablo Iglesias) ¿O que Felipe González es el “director general de las puertas giratorias”? (Miguel Urbán) ¿O que lo que ha habido en el PSOE es un “golpe de Estado”?
¿Es que se ignora o se ha olvidado lo que es un golpe de Estado? ¿Qué valor tienen las palabras cuando hablar se convierte en un concurso para ver quién hace la afirmación más extrema y produce más regocijo entre los suyos?
En un clima así, quien se atreva a defender que Podemos no podrá llegar a gobernar si no es con el PSOE, con el PNV, con una parte del nacionalismo catalán corre el riesgo de ser excomulgado.
Una propuesta “demasiado moderada”, dirán algunos. Pero, ¿cuál es la suya? ¿Es una propuesta deseable dejar que siga gobernando el PP? ¿Es esa la alternativa radical?
El seudo-radicalismo verbal tiene también el inconveniente de que, puestos a extremar las intervenciones públicas en busca de protagonismo, siempre puede haber alguien que no tema ir unos pasos más allá en su afán por hacerse con los titulares, como ocurrió con la acometividad de Gabriel Rufián en la sesión en la que fue investido Mariano Rajoy. Le ganó a Pablo Iglesias despreciando y humillando al PSOE, sin distinguir entre quienes se abstuvieron y quienes votaron no, entre quienes secundan a los barones para no frustrar su carrera política y los miembros del partido que se han movilizado contra la operación urdida por Susana Díaz y sus socios, entre estos últimos y su gestora y, frente a ellos, Iceta o Borrell. Fue patético ver como, en esa sesión, Rufián y Matutes se quitaban de las manos la tópica referencia a la cal viva para reforzar unos discursos huérfanos de sustancia y de proyectos políticos, y sobrados de gestos de odio y de desprecio.
¿Alguien piensa que, verdaderamente, estamos en una etapa para denigrar y que luego vendrá otra etapa para concluir acuerdos? ¿No está claro que los insultos de hoy se superponen como estratos de cemento armado que pueden cegar la puerta de acuerdos futuros?
¿No es evidente que acumular insultos solo sirve para unir a un partido que se siente, todo él, agredido?
Es una forma de actuar que no ayuda a propiciar los acuerdos ni a obtener respaldos sociales más allá de los sectores que ya están convencidos y a los que sacia un acaloramiento estéril.
Con este comportamiento no habrá alternativa a la derecha. Para construirla hace falta impulsar otra dinámica; huir de la autoafirmación sectaria, de la retórica agresiva y altisonante; crear vías de comunicación; dialogar, buscar el entendimiento; trenzar relaciones de confianza con los posibles aliados.
Si las fuerzas políticas del cambio experimentan ellas mismas algún cambio en este sentido, quizá haya alternativa; si no, la derecha tiene el camino libre para seguir gobernando durante mucho tiempo.

Conquistar nuevos respaldos sociales

Intentar llegar y atraer a las mayorías sociales es otra cosa. Y también representarlas.
La representatividad no la dan solo los votos; necesita del ejercicio de la representación efectiva, de la presencia entre la gente común, de contactos continuados y fluidos entre representados y representantes, de la empatía de estos con la gente, con la que les ha votado y con la que no lo ha hecho.
Entre los jóvenes y en las ciudades medianas y grandes, más en la mitad norte de España que en la mitad sur, Podemos ha ganado abundantes apoyos.
Eduardo Bayón ha trabajado con los datos de la encuesta del CIS anterior a las elecciones de junio de 2016 (10). Ha estudiado sobre todo el electorado menor de 35 años de edad, que supone un 22% del total del electorado.
El resultado es tan contundente como se puede ver en el siguiente gráfico:


En el estudio del CIS se advierte: 1) que Podemos posee más apoyos masculinos que femeninos; 2) que entre los jóvenes con estudios de primaria el PSOE aventaja a Podemos, mientras que en los de secundaria, FP y con estudios superiores, Podemos adelanta holgadamente a todos los demás; 3) que en los municipios menores de 2.000 habitantes Podemos tiene más dificultades, pero deja atrás largamente a los demás en los superiores a 2.000 habitantes y, especialmente, en los que van de 10.000 a 1.000.000. En los mayores de un millón, Ciudadanos supera a Podemos en la franja de 18 a 24 años pero Podemos sobrepasa a todos los demás en el segmento de 25 a 34 años (42,3% para Podemos por 10,3 para el PSOE y 10,2% para Ciudadanos).
En mi opinión, consolidar ese caudal de apoyos de jóvenes muy variados choca con una palabrería de izquierda extremosa y viejuna, que resulta exótica para muchas de las gentes que han dado su voto a Podemos.
Tanto en la franja de 18 a 24 años como en la de 25 a 34, el electorado joven de Podemos se sitúa bastante a la izquierda (en la escala que va de 1 = más a la izquierda, a 10 = más a la derecha), pero, incluso entre quienes se ubican entre el 1 y el 3, no es seguro que sea siempre eficaz la palabrería más apabullante, y es probable que, yendo hacia el centro, más que atraer, repela.



Por otra parte, además de consolidar los cinco millones de las elecciones generales de junio, una parte considerable de los cuales son votos juveniles, Podemos necesita abrirse paso en parcelas del electorado en las que tiene una implantación más débil: gente mayor, personas con menor formación, zonas rurales, sobre todo de la mitad sur de España, pueblos pequeños... Los posibles avances van a depender mucho de la imagen que proyecte Podemos, de lo que diga y de lo que haga.
Una nueva oportunidad
Podemos entra en la presente fase con algunas buenas bazas.
Puede crecer a costa de las pérdidas del PSOE.
El PSOE puede desenvolverse en una clave dual: confluir con el PP en aspectos importantes, siempre para evitar un adelantamiento de las elecciones, pero, a la vez, esbozar un perfil de oposición en algunos puntos para contentar a una base social actualmente frustrada y para no dejar a Podemos demasiado campo libre.
Aún en el caso de que logre combinar facetas manifiestamente opuestas, Podemos puede aspirar a ser la oposición más consistente frente a un Gobierno del PP que probablemente mostrará una flexibilidad desconocida en estos cinco últimos años, pero que, asimismo, habrá de tomar medidas duras e impopulares.
Como acabo de decir, la posición de Podemos en el electorado juvenil constituye otra baza destacada.
Está en condiciones de servir de puente con las fuerzas nacionalistas catalanas y vascas.
Podemos puede avanzar, pero, en mi opinión, sólo podrá hacerlo si adopta una política de alianzas y un tono persuasivo y atractivo para mucha gente.

Notas:
1.  Sobre el primer proceso de investidura, véase: Javier Álvarez Dorronsoro, Fernando Fernández-Llebrez, Eugenio del Río, “La relación PSOE-Podemos en el proceso de investidura”, 18 de abril de 2016. www.pensamientocritico.org, 20 de abril de 2016.
2.  A juzgar por la última encuesta del CIS, hecha pública el 7 de noviembre, cuatro de cada diez votantes de Izquierda Unida en las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015 no votaron a Unidos Podemos el 26 de junio de 2016, es decir, que solo el 54% del electorado de IU de diciembre apoyó con su voto a Unidos Podemos. Redondeando las cifras, los 600.000 votos que aportó IU equivalen a los que perdió Podemos y sus anteriores aliados.
 3. Nos llevaría a un inseguro terreno contrafáctico suponer que hubo posibilidades de alcanzar el Gobierno tras las elecciones generales de diciembre de 2015, al igual que lo haría la negación absoluta de tales posibilidades. No podemos comprobar ni lo uno ni lo otro. Pero lo que sí está claro es que una fuerza política nueva, con el empuje y la voluntad que mostró Podemos, hizo del anhelo de echar a los que estaban en el poder y de llegar a gobernar un factor subjetivo poderoso que contribuyó a ganar un electorado importante y a ubicar a Podemos en una buena posición en el sistema político español.
4. Los dos procesos consecutivos de investidura han mostrado a unos partidos carentes de capacidad para resolver los problemas propios de unas negociaciones difíciles. Esa falta de capacidad se debe tanto a sus intereses corporativos divergentes como a las pulsiones tácticas estrechamente partidistas. Ambas cosas han condicionado en alto grado a los partidos; y Podemos no ha sido una excepción.
5. La idea de la preeminencia de los de abajo dentro de la organización ayudó a construir una retórica para rechazar los acuerdos entre direcciones de organizaciones políticas (lo que se perseguía, de hecho, era forzar a Izquierda Unida a aceptar unas primarias conjuntas en las que llevaba las de perder). “No creo que haga falta utilizar el formato de interlocución fuerza política con fuerza política para empezar a hablar. Yo creo que en la sociedad las personas llevamos hablando mucho tiempo y poniéndonos de acuerdo sobre muchas cosas”.
[Pregunta el periodista a Carolina Bescansa]: –Explíqueme mejor eso de que no hay que utilizar el formato de diálogo entre fuerzas políticas. –Eso forma parte de la vieja política. Hablemos sobre temas concretos. Hagamos que decida la gente y en función de eso, creemos alianzas.
–Pongámonos en el supuesto de que Podemos e Izquierda Unida se sientan para configurar una lista conjunta a las elecciones generales. ¿Eso formaría parte de la vieja política? –¿Si se sientan dos cúpulas de dos partidos en un despacho y confeccionan una lista? Sin duda alguna, no nos verán hacer eso” (“Es difícil decir que Podemos lo dirige alguien”, eldiario.es, 10 de junio de 2014).
6. Pienso que tenía razón Pablo Iglesias cuando, hace más de un año, declaraba: “Tener un Gobierno con una mayoría parlamentaria frágil en el marco de la Unión Europea, que tiene una geopolítica tan complicada, permite
niveles de intervención que se alejan muchísimo de cualquier objetivo revolucionario. Eso es así. Esto no quiere decir que sea despreciable el hecho de poder intervenir sobre la política fiscal, sobre las políticas sociales o para poder desprivatizar hospitales...” (Jot Down, 8 de octubre de 2015).
7. No está de más recordar cómo es el panorama que esas elecciones han dejado en el Congreso de Diputados: Unidos Podemos y sus aliados disponen de 71 escaños; el PP, de 137; el PSOE, de 85. Ciudadanos ha quedado reducido a 32 y el resto de fuerzas suman 25 (Esquerra Republicana: 9; Partit Demòcrata Català: 8; Partido Nacionalista Vasco: 5; EH Bildu: 2; Coalición Canaria: 1).
8. Recuerdo la certera crítica de Pablo Iglesias, hace unos años, a un grupo de Juventudes Comunistas, que parecía más interesado en ensimismarse en una identidad seudo-radical, en mantener unos ritos, un folklore, una vestimenta, una subcultura ajena a las mayorías sociales que en comunicarse eficazmente con la gente que no se siente atraída por tan peregrino universo. Cuando hace poco veía a Pablo Iglesias oponer el puño en alto a la V de la victoria, lamentaba que no aplique al caso aquellas atinadas críticas.
9. Este porcentaje ha ido subiendo. Hace dos años (octubre de 2014) se situaba en un 41,7%. En enero de 2016 alcanzaba un 46,4% y en abril, un 50%, hasta llegar al 52,2% actual.
10. Estudio 3141, mayo de 2016, realizado entre el 4 y el 22 de mayo.

sábado, 12 de noviembre de 2016

Reflexiones de un calvo sobre la victoria de El Senador en las primarias de Madrid


Aunque todavía me estoy planteando que hacer en el futuro, quiero hacer una reflexión: nos han ganado, entre otras cosas, porque no tenemos mala leche. A El Senador teníamos que haberle machacado cuándo se ha publicado lo del piso. No podemos cerrar filas en su defensa cómo hemos hecho (yo he preferido morderme la lengua para no interferir en la línea adoptada) porque eso es lo que hacen el PP y el P$OE. Está claro que PRISA ha publicado una noticia que perjudica a PODEMOS, pero lo ha hecho porque existe esa noticia, no es una invención: El Senador especuló con su piso cuándo no tenía ni idea de que en unos años iba a ser diputado regional y senador (la vida es muy dura). El piso y los ahorros del padre están conectados (el propio senador lo ha admitido), y esos ahorros son la tarjetas black. Lo que hace el PP y el P$OE es culpar al medio de difusión en lugar de ir contra el que ha cometido “presuntamente” el delito, y eso justo es lo que hemos hecho nosotros también.
Si, nosotros somos distintos, no somos cómo ellos, ni cómo los estalinistas que nos han ganado ni cómo los corruptos tradicionales (aunque parece que se mezclan). Las actuaciones impropias hay que denunciarlas sean de dónde sean y con todas las consecuencias porque si no, no somos distintos. En cualquier país de nuestro entorno, El Senador tendría que dimitir de sus cargos públicos, y seria inimaginable que se le eligiera para un cargo de dirección política cómo el que ha ganado.
Creo que hay que luchar dónde se debe luchar. Hemos rehuido el enfrentamiento y hemos perdido. Y con lo de luchar no me refiero a llenar de comisarios políticos los grupos de telegram cómo ellos han hecho, me refiero a difusión publica real, a los medios de comunicación. Estoy seguro de que tenemos capacidad para eso.
No podemos seguir tapando cosas o con el “prietas las filas” para no perjudicar al partido. Han pasado cosas muy graves que se están ocultando, y en algún momento hay que decir basta, y si hay que criticar la figura del “amado líder” porque creemos que esta obrando erróneamente, pues lo hacemos, y si por eso perdemos votos y escaños, pues que así sea. Si no, terminaremos siendo cómo ellos, cómo los de IU, PP o P$OE: un partido de la casta. Con lo de ayer, ya vamos camino de eso.
Tenemos que ser distintos e íntegros para ayudar al pueblo, que vea que efectivamente somos distintos y que pueden confiar en nosotros.
A estos izquierdistas que nos han ganado, el pueblo le ha pasado por encima a la velocidad de la luz y ni se han enterado: no han visto ni la estela. Ahora, el pueblo esta a otra cosa mientras ellos siguen levantando el puño, refundando la izquierda y relanzando la lucha de clases.
Casi todos los problemas de este país son comunes a votantes de izquierdas y de derechas, y debemos ofrecer soluciones a esos problemas. Eso me atrajo de este partido hace un par de años y me encantaría que siguiera siendo así, pero tengo serias dudas.
En Coslada tenemos una situación muy complicada y no tengo la más mínima duda de que se van a cargar al Equipo Técnico del que formo parte, y todo auspiciado por la tropa de indeseables que están detrás de los vencedores. José Manuel será seguramente el primero al que purgaran, pero seguro que detrás vamos nosotros. Y casi me da igual: ya estoy harto de pelear con la tropa de IU-Somos Coslada, con la tropa de cierto personaje que sale en casi todas las fotos, y la tropa de los que llevan muchos años en esto y saben cómo se hacen las cosas.
Creo que tiraré hasta Vistalegre II a ver que pasa, pero me temo lo peor.
Y cómo dice un amigo mío: es solo mi opinión.

Michelle Obama sobre Trump


lunes, 22 de agosto de 2016

¿Refundar la izquierda?



Todos los partidos que van apareciendo en el amplio espectro de la izquierda nacional, o los que, con distintos camuflajes, ya lo ocupan desde hace muchas décadas, quieren refundar la izquierda. Por supuesto que me refiero a toda la purrela que hay a la izquierda del P$OE. Y da igual que sean marxistas, leninistas, estalinistas, trotskistas o maoístas, todos, desde sus posiciones de verdad inamovible quieren hacerlo. Es cómo si lo tuvieran grabado a fuego en su ADN izquierdero.
¿Por qué hay que refundar la izquierda? Porque las políticas que pregonan, las movilizaciones que promueven, los llamamientos revolucionarios, no atraen a los ciudadanos. En lugar de reconocer que se han quedado anticuados y están muchas décadas por detrás del pueblo que pretenden liderar, hablan de la tradicional división de la izquierda y proponen la refundación.
Al término de la IX Asamblea Federal de IU, en noviembre del 2.009, se aprobó el último proyecto conocido de refundación. Se hizo buscando “la refundación de toda la izquierda en una fuerza política más fuerte, anticapitalista, transformadora y republicana", haciendo un llamamiento a todos los sectores de la izquierda alternativa “en un proceso de acumulación de fuerzas”. Les fue tan bien, que ese mismo mes, Espacio Alternativo se salio de IU y se transformaron en Izquierda Anticapitalista. Fueron los primeros de una larga lista de deserciones que terminaron, casi todos, dentro de PODEMOS, queriendo refundar la izquierda.
No se han enterado de que va esto. Ni se han enterado ni quieren enterarse. Van a lo suyo (a lo de la refundación) y si por el camino se tienen que cargar PODEMOS, no tendrán problema. Luego, cuándo PODEMOS se convierta en un partido izquierdista y residual, cómo IU, volverán con una nueva versión de la “refundación de la izquierda”.
Los ciudadanos, el pueblo, lo que antes era la clase obrera, no quieren saber nada de luchas de clases, revoluciones o ideologías casposas. La gente quiere tener trabajo, ganar dinero suficiente para su ocio, y si además pueden ahorrar algo, pues mejor.
Ahora hay votantes en un amplio espectro no ideologizado, es decir, de derechas o de izquierdas, pero que no saben muy bien que significa eso. Por eso los partidos tradicionales se camuflan de centroizquierda o de centroderecha, aunque no lo sean. El PP es de derechas y el P$OE es de centro derecha (es mi opinión).
Desde la extrema izquierda nunca vamos a llegar a los votantes, por muchos movimientos sociales que intentemos aglutinar, sin mucho exito, en torno a nosotros. Habíamos logrado que lo de la transversalidad penetrara en la sociedad, habíamos alcanzado un resultado histórico, pero los de la refundación se han metido por medio y terminaran por joderlo todo. Cómo siempre.

miércoles, 10 de agosto de 2016

Soy una facción


Hace ya dos años que estoy activamente en PODEMOS. Desde el primer momento me atrajo el hecho de que se huía de la concepción clásica de la izquierda de este país. Aquí, cuándo se habla de izquierda, se habla de izquierda marxista o marxista-leninista, y sinceramente, eso no me interesa nada. No necesito empollarme el “Manifiesto Comunista”, el “Estado y la revolución”, las “Obras completas de Stalin” o seguir las directrices del “Gran timonel” de turno para considerarme de izquierdas. Podemos entrar en múltiples discusiones sobre que es ser de izquierdas, y a cada uno que preguntemos nos dará una contestación distinta. A este respecto, solo diré que soy de izquierdas porque estoy dispuesto a vivir un poco peor, para que mucha gente pueda vivir un poco mejor.
Pero volvamos a PODEMOS. Desde el primer momento, hemos hablado de transversalidad. Hemos identificado problemas comunes a votantes de derechas y de izquierdas, y ofrecemos soluciones razonables a unos y otros. Eso significa que no identificamos problemas entre derechas e izquierdas, porque los problemas son entre los de abajo y los de arriba. Entre los que sufren las consecuencias de las políticas de los de arriba, y los que acaparan la riqueza podridos de egoísmo.
Por supuesto, en PODEMOS, hay infinidad de sensibilidades que han convivido razonablemente bien, pero en diciembre, después de un éxito sin parangón para un partido de nuevo cuño, a los que siempre hemos sido de PODEMOS y creído en la línea política que nos ha llevado al éxito, nos etiquetan cómo “errejonistas” y nos convierten en una facción. Los otros, los llamados “pablistas”, los que proceden de una u otra forma de la moribunda IU, los que quieren refundar la izquierda, resulta que son los guay. Nos aliamos con los patéticos restos del referente marxista-leninista (masivamente apoyado por los inscritos) y somos hasta socialdemócratas.
Por supuesto, el perder la centralidad del tablero e irnos a un extremo, nos ha pasado factura en las urnas, porque todos los ataques mediáticos (Venezuela, Irán, y no sé cuantas cosas más) han cuajado. Pero también porque en política cinco más uno no tienen que ser seis, y más cuándo cambiamos de discurso estrepitosamente.
En fin, cómo ya he dicho antes, los que siempre hemos defendido el espíritu de PODEMOS ahora somos una facción. Corremos un riesgo muy serio de convertirnos en la versión morada de IU con toda su podredumbre, podredumbre que ya nos empieza a inundar

viernes, 22 de julio de 2016

¿Que esta pasando en el Grupo Parlamentario de PODEMOS Madrid?


Cuándo se terminaron las elecciones autonómicas del 2015, se conformó el Grupo Parlamentario (GP) de la Comunidad de Madrid. Cómo candidato a la presidencia y cómo portavoz de GP, José Manuel López intentó hacerlo integrando a las minorías y a las distintas sensibilidades presentes entre los diputados electos. Para conseguirlo fue sumamente generoso otorgando a las minorías la mayor parte de los espacios importantes y comprometiéndose a realizar cambios en la dirección del grupo y de nuestro representante en el Senado anualmente.
Una cosa tiene que quedar clara: estás rotaciones no están recogidas en ningún reglamento, y son fruto de la buena voluntad de José Manuel desde el primer momento.
Cuándo se cumplió el año, José Manuel pidió atrasarlas dos o tres meses para a causa de la precariedad de la situación del partido en Madrid, con un SG inoperante y agarrado con las dos manos y los dos pies a la silla.
Lamentablemente, la mayoría del grupo por dos votos trató de votar en el grupo las rotaciones contra el criterio de JM, que se negó pidiendo unas semanas al menos para coordinarlas con el SG y los órganos del partido. Y que en caso de hacerse cambios en la dirección, fueran a propuesta del CCA como marca el reglamento de grupos parlamentarios de Podemos, y no en el propio grupo como pretendían.
Inmediatamente empezaron las acusaciones por los grupos de Telegram y las filtraciones a El Confidencial, señalando a los parlamentarios que apoyaban al Jose Manuel, cómo que querían mantenerse en los sillones, al más puro estilo de política vieja y casposa de la agonizante Izquierda Unida ¿Por qué será?
Teniendo en cuenta que en el Consejo Ciudadanos Autonómico, Anticapitalistas en mayoría después de las últimas dimisiones, y que se amenazó con despedir a los empleados del GP, y que lo coparan todo los representantes del grupo encabezado por Anticapitalistas y Ramón Espinar, incluida la portavocía, José Manuel tuvo que aceptar un acuerdo brutal.
Si antes de este acuerdo ya tenían la representante del grupo en la mesa de la asamblea, la presidencia del grupo, el portavoz en el Senado, la comisión de investigación de la corrupción que obviamente es la más mediática, y tres personas en una dirección de siete, a eso ahora le suman una mayoría en la dirección de cinco a dos.

Además, quienes defendían que había que rotar ya mismo, no rotan. Laura Diaz sigue en la mesa de la Asamblea, Lorena sigue de presidenta, Ramón Espinar de Senador (saltándose el acuerdo firmado de que Clara le sustituiría al año en el Senado).

Todo esto, con solo dos votos más que la otra parte.
Esto sienta las bases de un mal camino.
"Hoy nos toca a todos decidir si somos gente a la altura de un proyecto de cambio que va a reflexionar con altura y honestidad intelectual sobre qué rumbo debemos marcar después de un revés o si somos la peor versión de nosotros mismos y comenzamos la intoxicación por tierra, mar y aire para afianzar posiciones y/o ganar cuotas de poder". (Ramón Espinar en su Factbook).
Está muy claro que camino han tomado algunos, en busca de la notoriedad y de los cargos públicos. Es interesante contrastar quienes están ahora en la dirección del Grupo Parlamentario, y quienes se quedaron para mantener al desaparecido Alegre en su sillón, en lugar de irse y forzar un proceso orgánico para elegir un nuevo CCA que haga algo.
Parece que se quiere ganar tiempo para que formar una candidatura. Puede ser curioso ver a Anticapitalistas y a los procedentes de IU formar una candidatura conjunta.
¿Quién será el candidato de esa candidatura a Secretario General?
Lo tengo muy claro.

viernes, 1 de julio de 2016

"Yes, we can"


Hace ocho años, el 8 de enero del 2.008, Obama pronuncio uno de los discursos mas importantes de la historia americana, y de la nuestra. "Yes, we can", SI SE PUEDE. Este discurso es el origen de nuestro nombre y de nuestro lema: PODEMOS.
Pongo este discurso para que recordemos cual es nuestro origen en un momento en que los advenedizos, los trepas, los hipócritas, o aquellos que enarbolan falsamente el espíritu del 15M como los fanáticos chinos agitaban al aire el libro rojo de Mao durante la revolución cultural, intentan cambiar el sentido de lo que somos haciéndonos regresar a ideologías trasnochadas y casposas.

viernes, 29 de abril de 2016

Lo que no se está leyendo en los mayores rotativos españoles sobre lo que pasa en las primarias de EEUU


Articulo de Vicenç Navarro para Publico.es

Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy en la The Johns Hopkins University

La cobertura de la realidad estadounidense por parte de la prensa escrita se realiza, por lo general, a través de corresponsales que se limitan a traducir al castellano lo que dicen la mayoría de los grandes rotativos de EEUU, lo cual puede llevar a conclusiones que son cuestionables. Un ejemplo de ello es la lectura de las últimas elecciones primarias en el Estado de Nueva York, ganadas por el Sr. Trump en el Partido Republicano y por la Sra. Clinton en el Partido Demócrata, victorias que parecen haber colocado a ambos candidatos en posición de convertirse en los aspirantes de cada uno de los partidos para competir por la Presidencia de EEUU.
A primera vista, los datos parecerían confirmar que esta lectura no es del todo desacertada. En el día de hoy, Trump parece que terminará teniendo suficientes delegados para ser nombrado candidato republicano para competir con el candidato o candidata del Partido Demócrata para tal cargo.
Y, según los medios, es la Sra. Clinton la que más probablemente será la candidata. Y por los números de delegados así lo parecería. La Sra. Clinton tenía, después de las elecciones que tuvieron lugar en EEUU el día que se realizaron en Nueva York, 1.429 delegados elegidos en las primarias, a los cuales había que sumar 469 súperdelegados que tienen derecho a participar en la votación por el cargo que tienen, sean congresistas o senadores, u otros cargos electos del Partido Demócrata, sumando así 1.883 delegados, un número ya relativamente cercano para alcanzar los 2.383 necesarios para conseguir la mayoría. El Sr. Bernie Sanders tenía 1.149 delegados y tenía el apoyo de solo 31 súperdelegados, ganando un total de 1.180. La diferencia es notable y parecería que el Sr. Sanders no tiene muchas probabilidades de ser el candidato del Partido Demócrata.
Lo que no se conoce tanto en España
Ahora bien, hay varios datos que deberían conocerse y que no se han publicado en España. Uno de ellos es que la mayor causa de la diferencia de delegados fue el inicio de la campaña en los Estados del sur, los más conservadores en aquel país. En aquellos Estados, el aparato del Partido Demócrata jugó un papel clave en la movilización del electorado de este partido, canalizando el voto a través de las asociaciones de afroamericanos y latinos, que eran, en la práctica, ramas del aparato del Partido Demócrata, aparato que estaba claramente a favor de la Sra. Clinton, ansiosos y temerosos del Sr. Sanders y su socialismo. De ahí el énfasis de la candidata Clinton en acentuar las discriminaciones por raza y grupo étnico, así como por género, que existen en EEUU, y su necesidad de corregirlas para facilitar una mayor integración de los afroamericanos, de los latinos y de las mujeres en el sistema económico y político estadounidense. La estrategia de la Sra. Clinton es facilitar la integración de los grupos discriminados –negros, latinos y mujeres- en la estructura de poder estadounidense. De ahí que la mayoría de aquellas asociaciones –lideradas por personas negras, latinas y mujeres de clase media alta– apoyaran a la Sra. Clinton.
El Sr. Sanders, por el contrario, enfatizó los temas transversales, mostrando sentido e identificación de clase social, pues su intención no es conseguir su integración en el sistema, sino el cambio de este. El Sr. Sanders cuestiona la estructura de poder, y por lo tanto, el sistema económico y político estadounidense basado en el maridaje y complicidad entre el poder financiero y económico, por un lado, y el poder político y mediático, por el otro. La estrategia de los movimientos civiles en defensa de los negros y de los movimientos feministas había conseguido que variara la composición de las estructuras de poder, incluyendo a las minorías negras, latinas y las mujeres, sin que el nivel de vida de la mayoría de negros, latinos y mujeres hubiera aumentado. En realidad, el Presidente Clinton, esposo de la candidata Clinton, había facilitado la integración de negros, latinos y mujeres en su Administración, a la vez que aprobó leyes de claro sentido clasista (es decir, que beneficiaron al mundo empresarial) que causaron el crecimiento de la pobreza en EEUU, también entre los negros, los latinos y las mujeres. El Presidente Obama, el primer presidente afroamericano, no ha mejorado el estándar de vida de la clase trabajadora afroamericana, la clase mayoritaria dentro de la población negra. Es una de las diferencias clave entre la candidata Clinton y el candidato Sanders. La Sra. Clinton enfatiza las políticas de identidad, de raza, de grupo cultural y étnico y de mujer, y el Sr.  Sanders enfatiza las de clase social.
El socialismo de Sanders.
Para Sanders el mayor problema de la democracia estadounidense es la instrumentalización del poder político por parte del poder financiero y económico, haciendo una llamada explícitamente a la Revolución Política del pueblo estadounidense frente a la minoría financiera y económica, que él llama la “billionaire class” (la clase de billonarios) que controla la vida política, económica y mediática del país. Su concepto de socialismo no es el de la nacionalización de los medios de producción, sino el de la democratización del sistema político, rompiendo el maridaje entre el poder financiero y económico y el poder político. Su llamada a la movilización de clase (redefiniendo la clase trabajadora como la mayoría de la población que trabaja, a la cual Sanders define como “las clases medias y las familias trabajadoras”) ha sido sorprendentemente exitosa. Ha movilizado sobre todo a la gente joven y a la clase trabajadora en EEUU. De ahí que fuera en las primarias que tuvieron lugar en los Estados más industrializados y más urbanos cuando su estrategia de clase fue más efectiva, ganando en muchos de estos Estados, venciendo además con grandes mayorías. Y es en estos Estados donde el aparato del Partido Demócrata ha tenido menor capacidad de movilización. Y ahí, en estos Estados, la Sra. Clinton tiene una imagen de ser un miembro prominente del establishment, algo que le daña. Ha recibido casi tres millones de dólares por dar 12 conferencias en los bancos de Wall Street, eje del capital financiero, que ha pagado gran parte de sus campañas. Así, la Sra. Clinton es especialmente vulnerable, pues se la ve como una figura del establishment en un momento en el que la población tiene un claro rechazo hacia el mismo, el cual es visto como controlador del Partido Demócrata. Ello explica la gran pérdida de personas pertenecientes al Partido Demócrata, cantidad que ha pasado de representar el 38% de la población adulta en 1988, al 29% en 2014. El Partido Republicano ha tenido una pérdida semejante de miembros, pasando de un 33% a un 26% en el mismo periodo, mientras que los independientes han subido, de un 31% en 1988 a un 42% en 2014. Es entre los independientes donde Sanders está consiguiendo más apoyo.
Los problemas de Hillary Clinton
Hillary Clinton, persona percibida claramente como miembro del establishment, tiene un elevado porcentaje de voto negativo (uno de los más altos, el 52%). Si se suman, pues, estas dos variables: una el bajo porcentaje de personas que se consideran demócratas, y dos el elevado grado de opinión desfavorable de Clinton entre la población, la candidatura de Clinton tiene un grave problema. En realidad, todas las encuestas muestran que Sanders podría derrotar a Trump con porcentajes mayores que Clinton, porcentajes que son incluso mayores entre los jóvenes, por debajo de los 35 años, y entre la clase trabajadora. En realidad, lo que está sucediendo en esta campaña es el resurgir de la clase trabajadora estadounidense como sujeto político. El gran rechazo por parte de tal clase hacia las estructuras políticas a las cuales se consideran como responsables del gran deterioro económico, es uno de los datos de mayor interés en EEUU, y que apenas ha aparecido en España.
Tal movilización es lo que explica el otro inesperado éxito, el del candidato Trump, cuyo apoyo procede en su mayoría de la clase trabajadora, predominantemente blanca. Y aun cuando, como he indicado en otros artículos, Trump es la versión Le Pen, la versión fascista en EEUU, sería injusto definir a sus seguidores como tales. Son obreros que rechazan profundamente el establishment político-mediático, hecho que Trump explota y capitaliza en su campaña. Un componente que atrae gran interés es que Trump, al comienzo de cada una de sus conferencias, ridiculiza el análisis político que han hecho los gurús mediáticos el día anterior en sus informativos.
El futuro incierto en el plano político en EEUU: el resurgimiento de la clase trabajadora como agente político
El bipartidismo está también en crisis profunda en EEUU. El descenso de la población que se identifica con ambos partidos es muy marcado. Y es probable que este descenso continúe. Y, mientras, el porcentaje de la población que se define como independiente (es decir, ni demócrata ni republicana) está aumentando de una manera muy notable. Durante las primarias en el Partido Demócrata votan solo los miembros del Partido Demócrata en algunos Estados, pero en otros pueden hacerlo también los independientes. Y es en estos Estados donde, por regla general, Sanders  (que tiene su mayor apoyo entre los independientes) gana. De ahí que en los primeros Estados (en los que solo votan los demócratas, como en el Estado de Nueva York) consigue peores resultados. Pero no así cuando los independientes pueden votar. De ahí que en las encuestas para predecir el resultado de las elecciones generales, el candidato Sanders consiga unos porcentajes de voto sobre Trump mayores que los que consigue la Sra. Clinton.
Si la elección fuera Donald Trump versus Hillary Clinton, el resultado sería más incierto, pues Trump presentaría su candidatura intentando capitalizar sobre él el profundo sentimiento antiestablishment que aparece en aquel país frente a una figura que representa claramente a este establishment. Y aun cuando sería predecible que la mayoría de personas que han apoyado al candidato Sanders durante las elecciones primarias votaran a la Sra. Clinton, es también probable que un porcentaje elevado se abstuviera. No se puede subestimar el rechazo de la juventud (la mayoría de personas por debajo de 35 años simpatiza con Sanders) y de la clase trabajadora hacia el establishment. La percepción de que los dos partidos mayoritarios están instrumentalizados por intereses financieros y económicos está muy generalizada en EEUU, sobre todo entre las clases populares. Y no son insensibles a las llamadas a la necesidad de una revolución política que hace el candidato socialista. Desde la decisión de la Corte Suprema de EEUU en el año 2012 (“Citizen United Versus Federal Election Commission”), la cantidad y origen del dinero que pueden recibir los candidatos es ilimitada, con lo cual el 40% de los fondos que recogen los políticos (en terminología actual, la casta política) procede del 0,01% de la población.
Mientras, el promedio de los ingresos familiares, ajustado por la inflación, es hoy más bajo que en el año 2008. Y aun cuando el desempleo ha descendido bajo la Administración Obama, el porcentaje de la población adulta que trabaja ha disminuido. De ahí que el futuro sea hoy muy incierto en aquel país. No es fácil hacer predicciones, pues lo que caracteriza a la vida política de Estados Unidos es su gran rechazo hacia el establishment financiero, económico, político y mediático del país. Y ahí está la cuestión, que los grandes medios de información y persuasión españoles apenas citan.

 http://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2016/04/29/lo-que-no-se-esta-leyendo-en-los-mayores-rotativos-espanoles-sobre-lo-que-pasa-en-las-primarias-de-eeuu/

viernes, 8 de abril de 2016

Coslada muestra su oferta en FITUR: turismo medioambiental.



He leído con estupor en un novedoso periódico de Coslada, Coslada Actualidad, que el Ayuntamiento de Coslada ha participado en la última edición de FITUR, formando parte del espacio de la Comunidad de Madrid. Según leo, lo hace porque: “la presencia de Coslada en una Feria de la importancia de FITUR supone un espaldarazo a los esfuerzos que, desde el Ayuntamiento, se están poniendo para dar a conocer nuestro municipio y la oferta turística que ofrecemos”. Llegado a este punto, el estupor, cómo ya he dicho, me invade. Aun así, continuo con la lectura y al llegar a la última parte mi estupor se desborda. Viveros ha asegurado: “me causa gran satisfacción ver cómo nuestra ciudad es reconocida cómo un destino turístico regional gracias a la oferta en turismo medioambiental, gastronomico o cultural”.
En primer lugar, no voy a entrar en los gastos que haya podido generar nuestra presencia en FITUR, incluidas las fotos que Viveros se ha sacado allí, porque seguramente seria meternos en un mar proceloso, oscuro y siniestro. Tampoco voy a criticar la oferta cultural, aunque las excavadoras hayan destrozado completamente un yacimiento arqueológico mientras hacían ese enorme hoyo que, por el momento, es el proyecto Corte Inglés mientras el Ayuntamiento miraba hacia otro lado. Y que podría decir del archifamoso postre cosladeño, del que no hay nada que decir. Solo espero que la oferta turístico-gastronomica sea algo más amplia que un postre o la feria de la tapa o la cuchara.
Igual estoy equivocado: si es así pido humildemente disculpas. Pero creo que no.
Lo que me ha empujado a escribir ha sido lo de “turismo medioambiental”, y me hago un par preguntas: ¿qué turismo es ese?, ¿qué oferta medioambiental puede ofrecer?
Coslada es la ciudad más densamente poblada de la Comunidad de Madrid: 86.919 habitantes en 12,01 km2. Eso nos da una densidad de población de 7.237h/km2. Superamos a Madrid en casi 2.000, a Torrejón de Ardoz en 3.400 y a San Fernando de Henares en 6.000. ¡fantástico! Además, no solo es la ciudad más densamente poblada de la Comunidad de Madrid, también es  la décima nacional.
Tenemos poco terreno libre: casi todo está edificado. Aun así, seguimos construyendo cómo Dios manda, que hay mucho dinerito de por medio. Un ejemplo claro es el barrio del Jarama, en los alrededores del Hospital del Henares, y próximamente La Barrancosa.
Es cierto que hemos reforestado de pinitos la zona de la Mama Juanita, pero por ejemplo el parque del Humedal, ha sufrido ya varios intentos de hacer pasar carreteras por medio. El proyecto que hay para conectar la M-45 con la carretera de Vicálvaro se come un buen trozo de la parte baja del parque, la de inundación, que cómo ya no se inunda deben pensar que no pasa nada. Con la misma carretera, fuera del parque, se cargan el pinar que hay detrás de los campos de futbol de la calle Puerto de Bilbao.
De los dos arroyos que alimentaban el parque (de ahí el nombre) y que alimentaban la zona de inundación (la que se quieren cargar), uno, el que viene desde el recinto ferial está canalizado por el alcantarillado del barrio del Puerto, y el otro está cortado por la carretera de Vicálvaro y la vía del tren porque las canalizaciones están cegadas. Las corporaciones del PP primero, y supongo que del PSOE después (tanto monta, monta tanto) llevan negociando con Madrid ni se sabe para desatascar la tubería.
Tenemos un trocito de orilla del río Jarama totalmente abandonado y sucio. La última vez que se actuó allí (se trazaron los caminos, se pusieron barandillas de madera, etc.) fue con fondos de la Comunidad de Madrid.
Tenemos un grave problema de contaminación por ozono troposférico que en gran medida proviene de Madrid, pero aquí no se ha hecho nada por preparar planes de contingencia: seguramente, porque electoralmente no interesa.
Eso sí, ahora tenemos huertos ecológicos gratuitos que está muy bien, y se van a hacer otros en el B.º de la Estación (o se han hecho ya): yo animaría al alcalde Viveros a hacer más.
Efectivamente, la oferta medioambiental de Coslada es abrumadoramente atractiva, junto a las ofertas gastronomica y cultural. Cómo ya he dicho antes, es posible que las masas turísticas acudan enfervorecidas a nuestro municipio, y yo me alegraré mucho porque son ingresos que siempre vienen bien, pero me temo que no va a ser así. Una imagen clara de lo que es el turismo en Coslada es la oficina de turismo que tan pomposamente inauguró el anterior alcalde Raúl López en un lateral del Margarita Nelken: cerrada, abandonada y llena de telarañas y polvo. Actualmente en sus cristales todavía se puede ver rotulado: Oficina de Turismo.