El
jueves 18 de noviembre se había establecido como la fecha del juicio de Alfon
o, visto desde otra perspectiva, la gran función teatral que el régimen lleva
años preparando para criminalizar y castigar a un joven de veintipocos años por
atreverse a tener consciencia social, conocimiento de la lucha de clases y
solidaridad. La farsa no tenía lugar en ninguna sala de teatro con
posibilidades de ser convertida en centro comercial en el futuro, como habría
sido lógico, sino en la Audiencia Provincial de Madrid, casualmente sita en el
combativo Barrio del Pilar. Como amante del teatro, acudí a la cita y quiero
hacer una reseña de esta función que la compañía Aparato Represor del Régimen
en Descomposición ha preparado con cierta torpeza pero con gran entusiasmo,
empeño y apoyo financiero, gubernamental y mediático. Por supuesto, como toda
compañía capitalista explotadora, hay que aclarar que parte de los actores
estaban en la función a la fuerza y a sabiendas de que era un mal montaje.
La cita
era a las 10 de la mañana, pero me habían avisado que estuviese a las 9.30 para
poder organizar y garantizar la entrada en la sala ya que había una gran
expectación y se permitía un número limitado de público. A esa hora hacía hasta
frío por primera vez desde el verano, pero a la entrada del moderno edificio ya
había un numeroso despliegue policial que parecía vigilar a una peligrosa
célula de Al-Qaeda recién despierta, pero no miraban con determinación al
reducido grupo de jóvenes vallekanos fielmente plantados en la acera de
enfrente.
Subí el
laberíntico entramado de escaleras y nada más llegar a la puerta de acceso
reconocí a la abuela de Alfon. Como siempre me saludó cariñosa con dos besos,
pero al separar mis mejillas de las suyas sentí que estaban húmedas. Entonces
me di cuenta de que ella estaba llorando copiosamente mientras sonreía y
explicaba “Tengo un día más llorón. Y mira que yo no soy nada llorona, jamás lloro,
pero hoy llevo todo el rato llorando por tonterías”. Las tonterías son que a su
querido nieto, una buena persona, le llevan martirizando 2 años e intentan
meterle en la cárcel otros cinco. En sus manos llevaba unas fotos de su otra
hija, tía de Alfon, llena de cardenales, hematomas y heridas tras una brutal
paliza que yo ya sabía que le había sido propinada por la policía (es el otro
juicio que tiene Alfon, cuando un grupo de policías la arrastró entre unos
coches para darle una paliza por responder a un golpe; aunque Alfon permaneció
en el coche en todo momento), sin dejar de derramar lágrimas me aclaró: “Pienso
ponerlas delante de las cámaras y la prensa cada vez que intenten fotografiar a
los jóvenes para evitar que les saquen y luego la policía y los neonazis les
agredan”. Esta abuela es una madre coraje de la juventud represaliada de
Vallecas, como su hija Elena, madre de Alfon.
Hablando
de Elena, le pregunté por ella y me dijo que ya estaba dentro, así que decidí
entrar para facilitar la organización del público. Tras pasar por una cinta
todo lo que llevásemos encima, dar el DNI y capear la agresividad del personal
de seguridad, llegué a la entrada a la sala 0, la principal, en la que iba a
tener lugar el juicio. Y allí estaba, resuelta y acogedora como siempre, Elena
Ortega, una mujer excepcional que lleva años dándonos lecciones de activismo,
coherencia, dignidad y solidaridad trabajadora. Uno nunca deja de maravillarse
de la naturalidad con la que esta máquina de enfrentar represión lleva su
admirable fuerza. Nada más verme me da un fuerte abrazo y empieza a contarme
las intendencias del día. Lleva haciendo esto muchos años y no se da lugar a la
autoindulgencia. Sólo así se puede entender que de la nada y con un constante
boicot y persecución policial y estatal haya levantado todo un dispositivo de
apoyo a las y los represaliados, principalmente en Vallekas, pero en todo el
estado.
“Que
hartita me tienen algunos de la prensa”, me espeta entre la vorágine
organizativa que intenta mantener, “menos mal que tú no eres periodista, tú
eres activista o ‘artivista’, porque esta mañana me tienen frita. ¡Pues no va
uno y me llama a primera hora para preguntarme que si mi hijo iba a llegar aquí
en furgón policial escoltado! Mira, me he tenido que contener…”. Yo le ofrezco
un irónico “tenías que haberle contestado ‘no, llega en helicóptero’ a ver si
se sube al tejado”. Ella se ríe de buena gana, “pues no se me ha ocurrido, es
que me ha dado tanta rabia. ¿Quién se cree que es mi hijo? Pero lo mejor es que
luego va y me pregunta que quién va a estar en el público y que le dé los
nombres. Yo le he dicho, conteniéndome, pues no lo sé. Pues sigue preguntando
que si va a estar Willy Toledo y que cómo y a qué hora llega… ‘Pues no tengo ni
idea de lo que hace o deja de hacer Willy’ le he contestado”. Elena está
cansada, extenuada diría yo. Me lo comentaba ayer cuando hasta elegir la ropa
que ponerse para el juicio le suponía un esfuerzo monumental. “Estoy muy
cansada, la verdad. Pero hay que seguir”, explicaba con ese entusiasmo que
siempre mantiene. “Por más que intenten convertir a mi hijo en el monstruo que
no es hay que mantener la lucha por muy agotadora que sea”, añade segundos
antes de atender al corro de amigos y periodistas que se amontona a su alrededor.
Hablando
del “monstruo” me doy cuenta de que Alfon está tímidamente plantado al fondo.
Me vuelve a sorprender lo joven, sereno y hasta delicado que es. Contrasta
tanto con las mentiras que el régimen y sus medios intentan construir sobre
este joven. Enfrente me doy cuenta de que su novia llora discretamente mientras
él intenta consolarla. Me acerco y recibo un par de efusivos besos que dicen
mucho y muy bueno de este joven del que algunos intentarían suponer una
homofobia o reticencia a las divergencias de la que no sólo carece sino que
combate, rápidamente ha asumido mi costumbre de besar a los hombres como un
desafío al heteropatriarcado. Me conmueve su naturalidad e iniciativa. Pero lo
verdaderamente admirable es que no solo está tranquilo, sino que su preocupación
principal es consolar y animar a todos los que estamos alrededor. “No estoy
nervioso, en realidad estoy deseando que esto acabe y pueda seguir con mi
vida”, me aclara ante la reiterada pregunta sobre su estado anímico.
Su hermana
se añade con el entusiasmo y fuerza que le caracteriza. Delante de su hermano
siempre está alegre, pero me consta que está sufriendo mucho con este calvario
que le están haciendo pasar a Alfon sin pruebas ni razón, adora a su hermano.
Paz ha aprendido a cuidar sus reacciones por miedo a perjudicar a su hermano,
pero era una joven impulsiva y vital antes de todo esto. Una joven como las de
su generación en Vallekas, el barrio más represaliado pero también más lleno de
vida y lucha.
Durante
unos segundos me pregunto si Cifuentes y su policía serán conscientes en algún
momento del martirio, el daño, el dolor y sufrimiento, al que están sometiendo
a esta familia a sabiendas, porque lo saben, de que Alfon es inocente y
simplemente está siendo utilizado para “escarmentar” y asustar a los jóvenes
contestatarios que se atrevan a denunciar su saqueo y opresión del pueblo. No,
Cifuentes es una reina del cinismo y la disociación (ver sus terribles actos
como algo ajeno, “cumpliendo órdenes y haciendo lo que hay que hacer” seguramente
se justifique). Sólo así ha podido llegar hasta donde ha llegado. Pero estos
son seres humanos reales, con sentimientos y lágrimas reales. Personas a las
que se está torturando sibilinamente, deshumanizándolas sólo porque son “el
enemigo” (cualquier persona decente, honesta y valiente es el enemigo de esta
pandilla de corruptos).
Me daría
tiempo a pensar muchas cosas en la espera, porque nos tienen ahí más de una
hora y media. El retraso es escandaloso, pero parece ser prerrogativa de los
lacayos del poder. Finalmente, tras soportar un calor e incomodidad enormes,
nos indican que podemos pasar. Eso sí, antes nos gritan que debemos apagar el
móvil, no silenciarlo, apagarlo completamente, aclaran. Si se pilla algún móvil
encendido seremos todos expulsados de la sala.
Entramos y
nos encontramos a Alfon ya sentado frente a cuatro magistrados (dos hombres y
dos mujeres) que están en el centro de una enorme “u”. A su izquierda (nuestra
derecha, curiosa alegoría) el fiscal, y a su derecha (nuestra izquierda, tan fidedigna
la analogía) Erlantz, el abogado de Alfon. Tras habernos acomodado, empieza el
juicio con Erlantz y… ¡no se escucha absolutamente nada! Pero cuando digo nada
es nada, cero. El bedel hace gestos de que no puede solucionarlo y finalmente
pasa del tema. Yo tengo sospechas de que es intencionado el que no podamos
escuchar claramente el proceso.
Esforzándome
mucho consigo medio entender que Erlantz está cuestionando unas pruebas de
última hora que han aparecido una semana antes del juicio por sorpresa en las
que, de repente, se afirma que en la mochila que intentan endosar a Alfon sin
huellas digitales ni pruebas había gasolina, y preguntando quién las pidió y
por qué. El fiscal en lugar de contestar enumera los modos procedimentales en
los que se puede pedir una prueba pero sin aclarar quién ha movido esa prueba
sorpresa dos años después y de la que nunca se dijo nada. La magistrada, que ni
se esfuerza en acercarse al micro que la persona a su derecha insiste en
acercarle y ella en ignorar y está en su película muda, parece dar por válida
la explicación.
Es
entonces cuando el fiscal, se levanta, dice algo, se quita la chaqueta
descubriendo una camisa colgando por la espalda y le acerca algo a la juez.
Entonces nos enteramos de que sus testigos principales, tres policías, no han
comparecido porque casualmente “están de vacaciones” y que pide que se posponga
la vista hasta que “vuelvan” de sus vacaciones (prueba tú a no comparecer y
verás la multa que te encuentras a más de aparecer a la fuerza escoltado por dos
policías). No damos crédito, ¿cómo es posible que el fiscal no sepa que sus
testigos principales, la única acusación y “prueba” de que Alfon llevaba la
mochila (sin huellas digitales suyas) no sepa que en la fecha están de permiso?
Erlantz, por supuesto, pide que se prosiga con el juicio, pero la magistrada
parece ser especialmente benigna con el fiscal y acepta cambiar la fecha.
Encima, se pide que se negocie la vista para que el fiscal pueda estar
presente. Es sintomático que el fiscal tenga tanto interés en ser él el que
acuse a Alfon, como me aclararía después una persona a la salida “es perro de
presa, va a por Alfon, sino no tendría tanto interés en ser sólo él el que
lleve este caso, dejaría que el fiscal que tocase ese día lo hiciese”. Se reúnen
con la magistrada, fiscal y abogado, y determinan que la fecha sea el 6 de
noviembre según nos anuncian. Inmediatamente nos piden que abandonemos
ordenadamente la sala.
Hay que
aclarar que mucho después nos enteramos de que, tras una larga y pesada reunión
en el despacho de la magistrada, han vuelto a cambiar la fecha a instancias del
fiscal que de repente se ha dado cuenta de que no podía el día 6 pasándola al
25 de noviembre. Toda esta “amabilidad” de la jueza hacia el fiscal sólo indica
que hay un especial interés en que sea él quien mantenga la disparatada
acusación sin pruebas o testigos ausentes.
Sobre el
tema de los policías “de vacaciones”, una vez fuera un conocedor de la policía
con contactos dentro me aclara lo ocurrido: “el problema es que ningún policía
se quiere comer el marrón de las acusaciones inventadas porque saben que como
se demuestre, algo bien fácil, que es falso lo que están diciendo, los que se
comen las consecuencias legales son los policías que han declarado en falso,
personalmente, uno a uno. Por eso sé que se están negando a presentarse como
acusación porque saben que es mentira lo que están diciendo haber visto. Ya
están hartos de ser los mártires de sus jefes, como se vio el 22M, cuando
acabaron protestando frente a la comisaría de Moratalaz denunciando que sus
jefes les habían hecho una encerrona para provocar víctimas. Pues en este caso
no consiguen encontrar a policías que quieran mentir por orden de sus jefes (y
Cifuentes indirectamente) para encarcelar a un inocente. Por eso el fiscal no
sabía lo de las supuestas vacaciones, porque ha intentado hasta el último
momento forzar a estos policías que han acudido a ese permiso para zafarse del
marrón y el fiscal no lo ha sabido hasta el último minuto. Están obligando a
los policías, cualquiera, a mentir y ya se han hartado”. Me quedo helado al
comprender que esa es la única explicación a la ausencia de los testigos
principales y que tengan sus vacaciones justo cuando tienen que testificar en
este juicio que sólo se mantiene por la acusación de la policía.
La gran
alegría de todo este paripé llega cuando salimos a la calle y nos encontramos a
un enorme grupo de manifestantes con pancartas de “Alfon Libertad” que gritan
el lema sin descanso. Yo me emociono hasta tal punto que me echo a llorar. ¡Qué
orgullo ver la valentía y solidaridad de estos jóvenes y viejos que se han
desplazado desde la otra punta de Madrid para animar a Alfon!
Aquí
tenéis un video que grabé para testimoniar la emotiva salida de la Audiencia
provincial y el apoyo masivo del que goza Alfon más la improvisada rueda de
prensa que su abogado y Alfon concedieron a los medios (que jamás emitieron en
las generalistas).
Sólo nos
queda ver si el 25 de noviembre la fiscalía ha conseguido obligar a los
policías a testificar o casualmente han sido destinados a Isla Perejil y no
pueden acudir por “no disponer de lancha ni saber nadar”. Aunque creo que ya
está todo bastante claro.
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