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jueves, 25 de febrero de 2016

Estoy en contra de la desaparición de las diputaciones.



Mucho se está hablando, y desde hace tiempo, de la conveniencia de la eliminación de las diputaciones. Y se hace desde la premisa cierta de que están podridas por la corrupción. Ahora mismo, P$OE y Ciudadanos han suscrito una cosa (me resisto a llamarlo pacto de gobierno) que prevé su desaparición.
Las diputaciones cumplen una función fundamental de apoyo a los municipios de la provincia, principalmente en materia de infraestructuras. Son vitales para dotar de estás, a las poblaciones pequeñas y medianas. Esta es una realidad que, posiblemente, los ciudadanos de las comunidades autónomas uniprovinciales, cómo Madrid, no visualizan. Y no lo hacen porque no tienen diputaciones: sus competencias están asumidas por la Comunidad Autónoma. Solo ven por la televisión a muchos presidentes y altos funcionarios de diputaciones enmierdados hasta las cejas con la corrupción.
Si eliminamos las diputaciones, tenemos que sustituirlas por algo parecido que asuma sus competencias, y lo podemos llamar cómo queramos: “comunidad de pueblos”, “mancomunidad de comarcas” o “coordinadora de pueblos perroflautas”. Da igual, su función seria la misma.
El problema no es la diputación, el problema es la corrupción que se ha adueñado de ellas, y aunque las eliminemos, la corrupción seguirá presente. Una prueba muy clara es Madrid. Cómo no hay diputación, la que esta podrida es la propia Comunidad Autónoma.
Está claro que hay que rediseñarlas y modernizarlas, pero también hay que regenerar la vida publica nacional erradicando la corrupción de todos los estamentos oficiales. El programa de PODEMOS tiene un montón de medidas anticorrupción que pueden limpiar las instituciones, entre ellas las diputaciones.
No perdamos el tiempo en mirar la paja y fijémonos en el verdadero problema: la corrupción.

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